El 6 de mayo de 1962, en emotiva ceremonia fue inaugurada y bendecida la “Cruz Minera” en las alturas de “Algohuanusha” (“Perro Muerto”), cercana al cementerio general del Cerro de Pasco. A las 10.30 de la mañana se inició la misa de campaña a cargo del Vicario Provincial con asistencia de distinguidas personalidades de los círculos sociales, políticos, laborales y un buen número de fieles de la ciudad.
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Mes: diciembre 2010
LA IGLESIA DE LA VIRGEN DEL TRÁNSITO
Esta moderna iglesia que se yergue enmarcada por bellas flores en el distrito de Yanacancha, fue erigida por la compañía norteamericana Cerro de Pasco Corporation, en reemplazo de la que derruyeron en la plazuela Ijurra como parte del traslado de la ciudad.
Fue bendecida solemnemente el domingo 26 de febrero de 1967 después de que fuera entregada a la Prelatura Nullius de Tarma y Pasco. La había recibido su eminencia, monseñor Antonio Küner que en la misma ocasión puso en manos del padre Francisco Weegger que quedaba como Párroco Interino de la circunscripción. Bendijo el templo, el Vicario, Reverendo Padre Lorenzo Unfried y, acto seguido, celebró la primera misa el padre Weegger.
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LA NAVIDAD CERREÑA
Ha llegado la Noche Buena a la ciudad minera. Desde las primeras horas de la mañana un surtidor de nieve ha cubierto de albura a la ciudad, como si el tiempo no quisiera excluirse del festejo. Con el transcurso de las horas, techos, antepechos de ventanas, alféizares, dinteles y montantes de puertas y balaustres de balcones, han ido blanqueándose. Los bordes de las ventanas cubiertos de nieve dejan tan sólo una abertura para tamizar la luz. Ante estas nieves copiosas, los viejos mineros estaban de plácemes. Derretidos los copos, bajarían en arrebatadas riadas convergiendo en los Ingenios –molienda de metales- dejando la amalgama de plata y mercurio en el fondo de los pozos después de haber arrastrado todo el barro que los cubrían.
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LA MARCHA DE SACRIFICIO (5)

SÉPTIMO DÍA
(29 DE DICIEMBRE DE 1963)
Partimos exactamente a la medianoche. La frescura del ambiente nos permitió avanzar a buen paso por el borde de la carretera. Nuestros cantos eran optimistas y llenos de vida. Teníamos que darnos aliento uno a otro. Las chicas habían decidido caminar con nosotros y las autorizamos a que lo hicieran. Ellas iban conjuntamente conmigo, portando la bandera nacional.
Habíamos avanzado un trecho considerable. Ya se comenzaba a sentir el calor de verano. Hicimos el alto de descanso junto a una ranchería de gente morena que al vernos tirados a orillas de la carretera, se acercaron y una robusta matrona nos preguntó que a dónde íbamos. Les conté nuestra odisea. De inmediato llamó a su gente diciéndonos que nos esperáramos un rato. Como por encanto trajeron hornillas y peroles y al rato tenían hirviendo un perol de avena en tanto freían unos camotes que después lo convirtieron en apetitosos sandwiches. Cuando hubieron terminado, tocaron un fierro a manera de campana y saliendo de las barracas, nos rodearon los morenos y todos, como hermanos, saboreamos aquel desayuno milagroso de amor y fraternidad que recibimos de esa gente maravillosa y sencilla.
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LA MARCHA DE SACRIFICIO (4)
EL TERCER DÍA
(25 de diciembre de 1963)
A poco de salir de la Oroya, una lluvia pertinaz nos acompañó por un largo trecho. La caminata la realizábamos por la pista asfaltada y entramos en calor con la caminata. Después, la lluvia la recibimos como una bendición refrescante.
Como en la mayor parte había que trepar por fragosidades pronunciadas, la hinchazón de mis rodillas me impedía trepar con comodidad y destreza. El dolor era realmente insoportable. Pascual Córdova tuvo que inyectarme cada determinado trecho, inyecciones de calmantes. Por otro lado, con un marcado sentimiento de solidaridad, alguien me consiguió una pértiga de madera de dos metros y medio con el que pude valerme para avanzar. Me sirvió de bastón y soporte, pero también para que me chantaran mi chapa de “Matusalén”. Entre risas, para sobreponernos del dolor que nos causaban las ampollas y las hinchazones avanzamos un buen trecho.
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LA MARCHA DE SACRIFICIO (3)
EL SEGUNDO DÍA
(24 de diciembre de 1963)
Muy temprano, las chicas habían preparado avena con leche y emparedados con queso que los juninos nos habían regalado. Para reforzar nos dieron dos huevos duros a cada uno para el camino, una tableta grande de chocolate “Sublime” y nuestras cantimploras personales repletas de agua fresca. Tras agradecer la hospitalidad de las personas que nos habían ayudado, partimos con nuevos bríos. Era las ocho de la mañana de la víspera de navidad de 1963.
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LA MARCHA DE SACRIFICIO (2)
El Primer Día (23 De Diciembre De 1963)
La madrugada del 23 nos reunimos los alumnos expedicionarios en el local de la calle Lima. Sólo 13 varones y 4 mujeres. Todos alumnos. Sin ningún maestro. En la calle, la unidad móvil de los Bomberos. El ambiente dejaba traslucir un marcado pesimismo, pero igual, haciendo de tripas corazón, seguimos con los preparativos. Faltaban quince minutos cuando la alumna Betty Núñez y su señora madre nos sirvieron un chocolate caliente. Aprovechando el momento, un alumno me pidió que postergáramos la marcha porque la consideraba inoportuna “Lima todos van a estar enfrascados en celebrar la navidad y nadie nos hará caso” –dijo-. Les respondí que por esa razón la marcha sería impactante. Nadie en su sano juicio que no esté inspirado por algo sublime, acometería una empresa de esa magnitud en una fecha de tanto significado. Era muy oportuna la ocasión. Argumentaron que éramos muy pocos para cumplir la empresa. Tan sólo, trece. En respuesta les dije: “ Parece que nuestros estudios no han servido para nada”… ¿No recuerdan que hace dos siglos, tan sólo trece hombres decidieron llevar sobre sus hombros la responsabilidad de irradiar por el mundo la religión del amor y del perdón?. Lucharon empecinadamente por conseguirlo. Sufrieron como nadie en su empeño. ¿No lo han conseguido?. Para una empresa grande como la que vamos a emprender no se necesita más gente. Somos suficientes. Para esto sólo se necesita tener fe y coraje. Lo demás cae por su propio peso”. “En otra oportunidad – les dije- un hombre decidido trazó una raya en la arena y la pasó, doce más lo siguieron.
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LA MARCHA DE SACRIFICIO (1)
El dos de enero de 1962 comenzó el drama de nuestra filial de la Universidad Comunal del Centro. Eligieron de Rector a un tal Manuel Carranza Márquez. Decían que era un sabio. Su primera medida fue visitar a las filiales de Lima, Huacho, Huánuco y Cerro de Pasco. Cuando visitó la nuestra, en tono pontifical que no admitía réplicas, dijo: “La existencia de esta Universidad constituye un robo y un fiasco para nuestra patria. Yo que he estudiado en Alemania y puedo decir que, dedicado a tiempo completo a mis estudios, no me alcanzaba las horas para cumplir a plenitud con mis materias. ¡¿Qué tiempo puede alcanzarle a los que, además de estudiar, tienen que trabajar en la Compañía?!. Trabajando ocho horas no puede alcanzar tiempo para el estudio. Hay que cerrar esta filial.”. El “sabio” no quiso escuchar ninguno de nuestros argumentos y persistió en su empeño tomando todas las medidas conducentes al fin anunciado. Dijo que dejaría de entregarnos los Dos millones quinientos mil soles (s/.2´500,000.oo) que nos correspondía del Presupuesto General de la Universidad. De nada sirvieron los alegatos esgrimidos. A partir de ese momento sólo contábamos con nuestras cuotas mensuales que cada vez eran más estrechas.
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LA BENEMÉRITA COMPAÑÍA DE BOMBEROS

Hasta aquella histórica fecha -18 de diciembre de 1901- la incidencia de siniestros se había convertido en acontecimiento cotidiano que tenía alarmada a nuestra ciudad. Los techos de paja de las casas eran presa fácil de las llamas producidas por cortocircuitos eléctricos, o lo más terrible, a descargas eléctricas originadas por tempestades atmosféricas de espantosas rayos y truenos. En todo caso, la actitud de los vecinos se limitaba a salvar las pocas pertenencias que pudieran hallar a su alcance porque el vencer al fuego siempre había resultado infructuoso. Las descargas que acompañaban a los terrorífi¬cos truenos dejaban casi siempre un doloroso saldo de muertos y heridos. La justificada alarma del vecindario fue creciendo hasta que la madrugada del 18 de diciembre de 1901, un incendio inmisericor¬de redu¬jo a cenizas toda una manzana de casas no obstante la esforzada labor de los vecinos por evitar el avance del fuego. Como consecuencia, todo aquel día fue vox pópuli la necesidad de instaurar un cuerpo de salvadores que pudieran luchar organizadamente contra los siniestros. Se conocían antecedentes de otras instituciones similares fundadas en Lima y los cerreños lo sabían.
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LOS TRIUNFADORES DEL CUSCO
De inmediato pusieron manos a la obra para la culminación de los preparativos. Tras la adecuada organización y nominación de las correspondientes comisiones, todo quedó listo. Utilizarían un carro relativamente nuevo de la marca FORD, armado a la usanza de la zona. Era un “Mixto”. Se le llamaba así porque sólo una cuarta parte –la que va adyacente al motor- tenía la cobertura de un precario techo; el resto iba totalmente descubierto, limitado por un sólido barandal de recias maderas. Un heroico vehículo muy usado para los viajes al interior de las “quebradas” en el transporte de “cosechas”. Caso de mal tiempo o de lluvia, se lo cubría con una lona asegurada con sogas. Eso era todo. Para los ilusionados viajeros era suficiente. Delante, arrellanados en los asientos de madera, irían los profesores y algunos “niños bien”; detrás, acompañados por el inspector, los más bullangueros e inquietos muchachos, libérrimos como ellos solos.
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